sábado, julio 15, 2006

OJO A LA BOQUILLA

Este trabajo sin precedentes en el Caribe colombiano, resume en cuarenta y cinco fotografías la realidad social, económica, cultural y ambiental de la población de la Boquilla.
Este poblado que hace parte de las zonas rurales de la ciudad de Cartagena de Indias, se ha visto avocado a una transformación intempestiva; sus costumbres ancestrales corren peligro por la incursión desmedida de proyectos urbanísticos que no tienen en cuenta las realidades endémicas de la comunidad.
Este innovador proyecto de “autorepresentación”, usó el arte fotográfico para imprimir y expresar sus modos de ser, que generalmente son invisibles a los ojos foráneos. La sutil dirección de Lorena Turner y Roger Triana, unida a la magistral ejecución de siete originarios y residentes de la Boquilla, de diferentes edades, sexos y oficios, que sin previa experiencia se consagraron como artistas-fotógrafos, demostrando un sentido natural de la composición visual, la proporción y el manejo de la luz, que quedó impregnado en cada una de las imágenes de la exposición.
Salta a la vista que en cada foto subyace un lenguaje que expresa lo complejo de la sociedad y cultura boquillera. Cada foto se desborda de su marco gráfico, despojándose del bozal opresivo del silencio, clamando por la atención que sus nativos merecen. Con excelsa argumentación visual, orgullo y claridad conceptual, esta comunidad afrocolombiana exige su oportunidad en la vida para ser tratada de forma equitativa; que sus habitantes y futuras generaciones puedan ser diseñadores y constructores de su desarrollo en la justa proporción de sus realidades, a cambio del amenazador temor que sienten por su presente y futuro.
La condena se cumple con la repetición de los sucesos históricos. La memoria inmediata nos remite a los desplazamientos de comunidades de pescadores en la ciudad de Cartagena, con el ánimo de expandir unas condiciones de desarrollo, que no siempre están de acuerdo a los intereses de los directamente afectados; como lo dijo el historiador nativo, Lascario Jiménez, “temo que pasemos a ser otra comunidad negra desplazada como la de los extintos poblados de pescadores de Pequín, Pueblo Nuevo y Boquetillo, antes ubicados en las laderas exteriores de las murallas de Cartagena, o quizás convertirnos en un playón desolado, insípido y lleno de dolor ancestral como lo es actualmente Chambacú”. Es difícil luchar contra este tipo de acciones sin recursos económicos, sin una posición sólida de la comunidad y sobretodo sin el apoyo institucional del Estado, que deja de lado su responsabilidad social para postrarse a los intereses de los más poderosos.
A los pobladores de la Boquilla, como a la gran mayoría de ciudadanos afrocolombianos, les ha tocado ser parte del eslabón más débil de la cadena social. Es apremiante que la sociedad civil, el Estado colombiano y el sector privado concilien intereses comunes y den beneficio equilibrado para las partes involucradas, especialmente a los más débiles. No es fácil, pero las cosas buenas siempre tienen su grado de dificultad, se debe asumir el reto de hacer lo que beneficia a todos sin daños colaterales. Quizás imitando el ejemplo del Palenque San Basilio, la Boquilla debe promover a sus lugareños y sus ancestrales enramadas como patrimonio intangible de la humanidad ante la UNESCO; quizás así se pueda proteger su permanencia espacio-temporal y se le de autonomía administrativa a los nativos.
En conclusión, se puede decir que no es necesario ser depredadores de los entornos culturales de las minorías en visible desventaja como las de la Boquilla. Son estas comunidades las que deben ser objeto y foco de proyectos de desarrollo integral sostenible; es obvio que en ellas existe una riqueza patrimonial invaluable y un nicho potencial para el libre mercado.